Es cierto que la maternidad supone una completa transformación de la mujer, todo como antes lo podía ver, creer y sentir deja de ser así para dar paso a un universo de sentimientos, sensaciones y emociones nuevas que se conjugan al momento de ser madre. Sin embargo, creo firmemente en que el hombre pasa también por un gran proceso de transformación; no todos lo asumen es cierto, pero para quienes sí deciden transitar este camino de aprendizaje, comprender y aceptar, el nuevo rol es esencial como parte de su evolución como ser humano.

Socialmente estamos acostumbrados a padres “económicamente rentables”, que aportan desde su rol de proveedor y satisfacen las necesidades económicas de la diada madre-hijo. Sin embargo, en ocasiones me pregunto, ¿en qué momento de la historia se propuso e instauró este papel?

Considero, y lo compruebo a diario gracias a mis experiencias y las de mis pacientes, que la responsabilidad de la visión tradicional, a veces machista y otras tanto egoísta que tienen los hombres y la sociedad en general respecto a la paternidad, es compartida. Por una parte, nosotras como madres, en ocasiones por error y sin ser conscientes de ello, alentamos conductas machistas en nuestras casas, por ejemplo, promoviendo la desigualdad en las tareas del hogar, exigiendo a nuestros esposos el cumplimiento de sus responsabilidades económicas y liberándolos muchas veces del trabajo que representa la crianza de nuestros hijos. Quizá esto se deba a que la mayoría de los adultos que albergan la certeza de haber tenido unos buenos padres, educan a sus hijos tal y como fueron educados ellos mismos y desde esta perspectiva, se da inicio a un continuo, que llamamos herencia cultural y familiar.

Por otra parte, considero que una gran cantidad de padres que ponen en práctica “la nueva paternidad” están muy conscientes de su importancia como fuente de apego seguro y sostén emocional, no solo en la lactancia materna sino en todo lo referente a la crianza. Sin embargo, también encontramos que en ocasiones los padres han cedido su lugar, más aún en lo concerniente a la lactancia materna, pues muchas veces este período es visto como exclusivo de la madre y el bebé. Lo que estamos aprendiendo y tratando de enseñar, es que incluso desde el mismo momento del nacimiento, se marcará la forma en que la triada mamá, bebé y papá se relacionarán en adelante. Si esto lo entendieran los expertos en medicina, familiares, amigos y la sociedad en general sería más fácil para el hombre asumir y aceptar, que desea vivir a plenitud cada momento, por pequeño que sea, desde la concepción y respectivos controles prenatales, paseándose por apoyar la lactancia materna, poder decidir cuánto tiempo quedarse en casa con su esposa e hijo luego del nacimiento, hasta participar activamente en cada una de las etapas de desarrollo y crecimiento del niño.

Como lo expresa muy bien Laura Gutman en su libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, el hombre es quien tiene la gran responsabilidad de brindar el soporte emocional necesario para que la mujer pueda maternar y a su vez, ésta servir de sostén para sus hijos, ambos con la firme convicción de que esta “cadena de sostenes” es lo que hace posible la crianza de los niños y en definitiva, lo que en conjunto podemos llamar familia”.

Pienso que es momento de empoderar a las familias y luchar para cambiar la visión que tenemos sobre la paternidad. En pleno siglo XXI, es injustificable que se prohíba en algunos centros de atención médica que el padre participe en el nacimiento de su hijo, que sea la sociedad quien imponga el rol de proveedor del padre o que él mismo producto de sus propias sombras considere que la crianza es asunto de la madre. La nueva masculinidad, surge de la necesidad de luchar por la igualdad y “querer hacer un nuevo rostro para los hombres”, donde todos perdamos el miedo a compartir nuestros roles, donde el problema no sea quién tiene más poder sobre el núcleo, donde entendamos que madre y padre tienen los mismos derechos y responsabilidades, primero con ellos como individuos, luego como pareja y con sus hijos, pues finalmente lo que buscamos es que todos vivamos mejor, pero sobre todo criar niños felices para que sean adultos sanos.